miércoles, 29 de agosto de 2012

Articulo de Periódico de 1916

Este articulo fue escrito por Antonio Zozaya, explica el oficio del Barquillero.
Os le pongo porque me resulto muy interesante saber que detrás de los barquilleros había un empresario que los contrataba, y los elegía siempre del mismo lugar....



Tomad sin recelo en vuestras manos esos preciosos cucuruchos de harina tostada que a la menor presión se deshacen entre los dedos en minúsculas partículas de pasta coruscante; ofrecedlas sin temor a los niños; no les causarán mal alguno; de todas las golosinas callejeras ésta es la única inofensiva, gustosa y sana. Los niños se lanzarán con avidez sobre los incitantes y áureos rimeros de frágiles tubillos que, al quebrarse, dejarán sobre su faz risueña y sobre su pecho, agitado, por el juego y por la codicia golosa, un polvo azucarado. Lejos de producirles perturbación, ni aun molestia, les servirá de excelente preparación para apurar después, si riesgo, un vaso de agua cristalina. Ese manjar lindo, pulcro, netamente español, que o puede ser fabricado sino con la harina inmaculada, contentará a los pequeñuelos sin atentar lo más mínimo a las reglas más exigentes de la higiene doméstica.

Y luego, el azar como nuevo atractivo; la agitación de toda consulta a la justicia ciega… El niño pulsará tembloroso la manivela de la rueda y la hará girar en un arranque de decisión, fuerte y varonil; después seguirá inmóvil, con la mirada atenta, el trozo de ballena que señala que va señalando los números y alambre tras alambre hasta detenerse ante la cifra que nunca será desconsoladora, porque el barquillero, caballeroso siempre, pagará escrupulosamente si pierde, pero si el número le es favorable, lo completará generoso y entregará tantos cucuruchos cuantos sean precisos para dejar contento a su nervioso y gentil parroquiano.

Dije que el manjar era netamente español. Un Rodríguez Marí os hablaría de los clásicos olvido y suplicaciones. Pero, ¿no serán estas denominaciones traducciones falsas de palabras francesas? Obli es oblea; sus plier se parece harto a suplier para o relacionar la figura de los barquillos con las suplicas intempestivas. De todas suertes, el nombre es lo de menos; el manjar lo esencial, sobre todo cuando quien nos lo brinda es un amigo leal de los niños.

No pocas gentes desconocen la psicología del barquillero, a quien miran como a un golfo tan desordenado como brutal. Están en un error, nada tan difícil a los fabricantes como encontrar un buen expendedor de la mercancía. Ante todo, el muchacho ha de ser leal hasta la abnegación y honrado hasta la santidad. Los barquillos se venden a la suerte y el fabricante no puede vigilar las jugadas; así, el barquillero entrega al dueño, por el contenido de la caja, al llegar la noche, la cantidad que le parece sin que haya medio de discutirla. ¿Cómo encontrar que tenga ese sentimiento de la dignidad propia y que esté preparado para departir y aun luchar con la hez de la granujería harapienta? Ser tan fuerte y denodado como los matoncillos , excederlos en perspicacia y picardía, conocer los ardides del juego, el envite y la trampa, y, al mismo tiempo, ser incapaz de defraudar en milésimas de céntimo, pudiendo realizarlo a mansalva, son condiciones que es difícil ha de ofrecerlas sin temor a los niños; y reunidas. El barquillero las posee. El contratista cuida de buscarlo siempre en un solo pueblo, San Vicente de la Barquera, a donde no podría volver después de cometer la menor infidelidad sin sufrir inmediatamente una sanción terrible impuesta `por sus mismos paisanos.

Asombra la virilidad, la constancia, la fuerza de adaptación de estos niños, arrancados de pronto de la vida de montaña y de las costas bravías del Cantábrico, sacaos de un medio de ingenuidad semi salvaje y colocados de pronto en un medio hostil; solos, abandonados a sus propias iniciativas y e sus peculiares arrestos, rodeados de acechanzas y violencias, perseguidos por el hampa que pretende imponerles su majeza y desplante. ¡Cuántas veces han de dejar en tierra el pesado cilindro para defender a golpes de puño, a patadas, mordiscos, y cachetes la propiedad ajena! ¡Cuántas han de agudizar su tosco intelecto para salir al paso de los más complicados engaños! Después de la jornada, no pocas veces heroicamente, se recogerán en un miserable cuchitril y se arrojará, tras de haber consumido su miserable y escaso condumio, sobre un montón de esteras en que dormir unas pocas horas, soñando con las fatigas y pesadumbres del día siguiente. Pudiera robar pero, se lo impide el amor al terruño, el honor del pueblo nativo, el noble prestigio de la raza.

Ni uno solo de sus compañeros sufrió prisión jamás. No será él quien corte la tradición tan inmaculada. Seguirá descalzo, roto, hambriento, pero honrado, con su caja de latón a la espalda, gritando con voz gutural, pero firme y tranquila: “¡Barquillerooo…!”

Y este héroe desconocido y vilipendiado es le amigo de los pequeñuelos, para los cuales tiene siempre una sonrisa o una caricia paternal. Y los mismos granujas acaban por mirarle con supersticiosos respeto; es fuerte, es valeroso, es honrado; sabe castigar a los fuertes y proteger a los humillados. Y, sobre todo, es un enigma vivo: el de una virtud ruda y trashumante que aprende en la miseria lo que en la opulencia y el fausto muchos otros adolescentes no aprenderán jamás.
LA ESFERA
Crónica de Antonio ZOZAYA
Fot. SALAZAR
Año:1916

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